Las personas, que sufren algún tipo de discapacidad, que se encuentran en situación de desempleo, hacen lo mismo que cualquier trabajador: deciden formarse, para poder hacer frente a la discriminación, sobre todo, que les hace sufrir prejuicios y estereotipos, que ya se sabe que no son ciertos. Así, las cifras de este colectivo, a finales del 2010 eran del 23,3%, frente al 20,3% del resto de la población. Pero, el problema es que, mientras el resto de la población, en un 75,9% es activa, en el caso de los discapacitados al cifra es del 36,2%, lo que significa 39,7 puntos menos. Esto se traduce en que muchas personas, que sufren algún tipo de discapacidad, no tienen esperanzas de encontrar trabajo y ni siquiera lo buscan. Pero, por otro lado, las personas que deciden dar el paso de buscar trabajo (o sea, ese 36,2%) lo hacen porque si tienen ganas de tener una ocupación y orientan todos sus esfuerzos en esta labor. Y, es que, en este caso, no nos encontramos con la dejadez o la desidia, que si se está notando en personas desempleadas, sin ningún tipo de discapacidad, sino que se muestran tenaces, se esfuerzan más y se orientan a conseguir resultados.
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